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Sinfín de crímenes

Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató. Cuando se enteró Clarisa, la novia de Abel, fue a buscar a Caín y le clavó un cuchillo Tramontina entre la quinta y la sexta costilla de su costado derecho. El pequeño hijo de Caín, Armando, que presenciaba atónito la escena, tomó la primera piedra que estaba a su alcance y se la lanzó a Clarisa, impactando justo en su sien izquierda y dejándola sin vida. Cuando la noticia llegó al pueblo vecino donde vivía la madre de Clarisa, llamada Luisa, ésta, con su rifle telescópico de largo alcance, desde el piso quince en el que vivía, apuntó directo a la cabeza del pequeño Armando y lo apagó con un disparo limpio. El caso fue muy famoso, y el padrino de Armando, Giusseppe, que era policía, detuvo a Luisa, la madre de Clarisa, y la sometió al ‘submarino’ hasta que se ahogó. Pero un día en que Giussepe, padrino del hijo de Caín, caminaba por la calle, un gran toro lo embistió y luego de volar unos veinticinco metros, murió al caer sobre una cama de clavos de un fakir que mostraba sus destrezas a los transeúntes. El primo de Giusseppe, Román, era cazador. Buscó al toro por toda la ciudad y, cuando lo encontró, lo atropelló con su camioneta. El dueño del toro, Raimundo Vituccelli, se enojó mucho por eso y asesinó a Román a trompadas. Entonces, un amigo de Román, Carlitos, decidió vengarse de Vituccelli y lo secuestró. Lo llevó hasta un acantilado y lo arrojó vivo al mar. Vituccelli sobrevivió pero se lo comió un tiburón. La hija de Raimundo Vituccelli, Angélica, era cinturón negro séptimo dan de tae kwondo. Aunque sabía que en realidad el tiburón había matado a su padre, decidió cobrar venganza contra Carlitos y le dio muerte con una acción ninja que sólo conocen cuatro o cinco personas en el mundo, y que, por ese motivo, no es posible explicarla aquí. Cuando se enteró Clotilde, la maestra de tercer grado de Carlitos, para quien había sido siempre su alumno favorito, se exasperó y sigilosamente entró en la casa de Angélica Vituccelli, hija de Raimundo, y colocó cianuro en todos los alimentos de la heladera. Angélica murió envenenada a las pocas horas. La autopsia esclareció los hechos y la señorita Clotilde fue detenida. El juez Alberto Legaspi la condenó a la horca un año después. Su cuñado José Luis, que consideraba injusta la muerte de la maestra, mató al juez Alberto Legaspi decapitándolo con un hacha en plena avenida cuando la víctima se disponía a comprar un copo de algodón de azúcar. El secretario Luciano Arándano, que mantenía un romance con el juez Legaspi, tomó por sorpresa a José Luis en su casa y le introdujo un paquete grande de garrapiñadas por la nariz clavándolo en su cerebro y dejándolo sin vida. El rotwailer de José Luis, al ver la escena, se abalanzó sobre el secretario Arándano y le dio muerte a mordiscones. Pero Arándano había ido acompañado por su hermana Rosa, que lo esperaba afuera, para hacer funciones de ‘campana’. Al notar que Luciano tardaba mucho se acercó a la ventana de la casa para mirar y pudo distinguir al rotwailer masticando aún el cuerpo inerte del secretario. Entonces Rosa entró a la casa y ahorcó al perro con sus propias manos. En ese momento llegó a la casa la esposa de José Luis, que se llamaba Antonia, y sorprendió a Rosa por detrás matándola de un golpe de martillo en la cabeza cuando todavía asía el cuello del perro con sus manos. Antonia trabajaba como cocinera en un restorán de comidas rápidas. Descuartizó los cuerpos de José Luis, de Luciano y Rosa Arándano, y del rotwailer que se llamaba Colita. Los conservó en un freezer en su cocina, y dos semanas después los llevó a su trabajo, para convertirlos en hamburguesas. La cajera del restorán, Glenda, advirtió actitudes extrañas en Antonia, y comenzó a espiarla desde las sombras[1]. Antonia no tardó en darse cuenta, y sin demoras la asesinó introduciendo la cabeza de Glenda en la freidora del local. Damócles, que era nieto de Glenda, se vengó de Antonia clavándole su espada en el corazón. Abel, el sobrino de Antonia, se enfureció y colocó una bomba de fabricación propia en la casa de Damócles, quien no sobrevivió a la explosión. Caín era amante de Damócles. Al verse desterrado de su amor, se levantó contra su hermano Abel y lo mató. [1] A cierta hora del día, el sol que entraba por la ventana del restorán proyectaba las sombras de una parte del mobiliario de la trastienda.

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