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No nos importa

Conduzco mi automóvil por Donato Alvarez. Debo doblar en Tres arroyos. Me paso unos veinte metros. Como de costumbre. La calle está vacía. No hay autos, motos, personas o perros. Aprovecho la quietud, la soledad, la ausencia de ley, para retroceder y tomar el camino correcto a pesar de observar que la próxima calle corre en la misma dirección. Entro en el cuarto donde voy a tocar con los músicos. Un guitarrista que no conozco está preocupado porque encontró el potenciómetro del volumen del amplificador al máximo. Teme perturbar el silencio con un grosero y estrepitoso acorde distorsionado. Me pregunta cómo puede haber pasado. ¡Vaya pregunta! Aunque reconozco su estupidez, me armo de tolerancia y respondo. ¿Quién es más estúpido? Dramatizo. Relato. Teatralizo. Alguien estuvo jugando con el potenciómetro y lo dejó así, tal vez porque se vio atraído por otro objeto, o por simple aburrimiento. ¡Pretzels! Hay pretzels. O mitzels. No sé. Voy a la cocina. Hay una señora. Miro por la ventana. La playa de Puerto Pirámides está espléndida. Mirá las ballenas, digo. El mar está intranquilo. Sube. Acelero el fitito alado. Adelante van, el pelado de al lado de casa con el médico revolucionario que no se llama Ernesto, en el Mehari rojo. Atrás, los demás, y el agua. Cubriéndolo todo como hace millones de años. El Mehari se detiene para empujar a un vehículo detenido. Queda atrás. Adelante va el filósofo marxista. Huye a gran velocidad en un cuatriciclo a motor. La bicicleta está dura y es muy alta. O está muy alto el asiento. Atravieso la villa miseria. Se está expandiendo. O al menos es más extensa que la última vez que la vi. En Chernobyl todo parece ajeno al maremoto. Caigo de la bicicleta en una esquina, junto a un grupo de jóvenes. Me siento a reposar allí, en la vereda, frente al edificio en ruinas. El Coloso es un gran cubo de unos diez pisos, del que salen cuatro torres iguales entre sí, con diez pisos cada una. Está potencialmente lleno de adolescentes. Varios de ellos salen por las ventanas y trepan, por el frente, hacia lo más alto. Lo hacen como bestias salvajes. Hacen ruidos y movimientos de animales. De animales extraños. Una decena de ellos cae desde lo alto. Gritan. Se estremecen. Se estrellan. No nos importa.

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