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La vaca no es mía

-La vaca no es mía. La encontré hace un rato en la montaña. -dijo Alfredo al policía que lo miraba a través de unos cinematográficos anteojos espejados. -Eso no importa. -dijo el oficial- El problema acá es que la vaca no lleva puesto el cinturón de seguridad. Va a tener que pagar una multa. -¿La vaca? -preguntó Alfredo. -Claro que no. -contestó el uniformado incrementando la intensidad de su voz- Usted la va a pagar. -¿Yo? -dijo Alfredo- ¿Por qué? Si la que va sin cinturón es ella. Vea que yo lo tengo puesto. -Sí, sí. Lo veo bien. -dijo el oficial- Pero usted es el responsable civil de todos los que viajan en el vehículo. Y además, no se haga el tonto, que sabe bien que la vaca no puede pagar la multa. Es obvio que no trabaja. Mire lo pobre que es. -dijo señalando al animal(1)- Ni siquiera ropa trae puesta. -Pero ¿Qué ropa quiere que traiga si es una vaca? -preguntó Alfredo, que no esperó la respuesta y prosiguió- Yo iba andando por la montaña con el auto. Esto que le cuento habrá sido hace más o menos -mirando su reloj pulsera- veinte, veinticinco minutos. Y la señora muy tranquila… -¿Qué señora? -lo interrumpió el policía. -¡Esta! ¡La vaca, hombre! -gritó exasperado Alfredo. -¡Momentito señor! -exclamó el efectivo policial- En primer lugar, no me hable en ese tono, porque lo voy a arrestar por desacato, y además exprese correctamente lo que quiere decir. Si se va a referir a la vaca, no diga “La señora”, ¿o acaso usted se cree maestra de tercer grado de escuela primaria? -Bueno, de acuerdo. -dijo Alfredo más calmado- ¿Puedo continuar? -Con la historia sí. -contestó el oficial- Con el auto, vamos a ver. -Bien. -retomó Alfredo- pero tenga en cuenta que usted también utiliza expresiones un tanto confusas. Recién me dijo que no le hablara en “ese tono”. ¿En qué tono desea que le hable? ¿En sol mayor? ¿O en re sostenido menor? -Se está pasando, señor. -dijo el policía, que comenzaba a impacientarse- Continúe pronto con la historia, porque si no, le secuestro el auto, y usted y yo nos vamos juntos a la comisaría. -Bien. Prosigo. -dijo Alfredo dispuesto a continuar- Entonces, yo venía andando con el auto por la montaña, y ahí estaba la vaca. Esta vaca. -dijo señalándola- Parada en el medio de la ruta. Tuve que frenar para no chocarla y la verdad es que no sé bien cómo, pero me encontré con la vaca sentada en la butaca del acompañante. No sabía qué hacer. Así que pensé que la podía llevar hasta casa y hacer un asadito para toda la muchachada de la fábrica. Y aquí estoy con usted. -Ajá. -dijo suavemente el policía- Lo que no acabo de comprender es para qué quiere a la vaca. ¿Pretende que la vaca lo ayude a hacer el fuego? ¿Piensa que, tal vez, la vaca tiene alguna técnica especial? -Je, je, je. -dijo Alfredo con cara de infante que está por cometer una travesura- La vaca es el asado. -¿Cómo dijo? -Que la vaca es el asado. -respondió Alfredo. -¿Qué? -arremetió el oficial. -¡Que la vaca es el asado! ¡La puta que lo parió! -gritó Alfredo, cuya ira parecía no tener retorno. -¡Pero eso es vaquicidio premeditado! ¡Asesino! -dijo el policía mientras desenfundaba su revólver. -Usted está totalmente loco, ¿no? -dijo Alfredo, que ya no tenía escapatoria ni obtendría respuesta alguna por parte del oficial. El policía lo apuntó con su arma, y le pidió que descendiera del automóvil. Alfredo obedeció. El oficial lo condujo hacia la parte delantera de la patrulla en la que venía, y allí mismo lo esposó con las manos detrás del cuerpo. Luego lo subió por una de las puertas traseras al vehículo policial y se fueron. Al costado de la ruta quedó el auto de Alfredo. La vaca, que aún estaba sentada adentro, descendió. Rodeó todo el coche y volvió a subir por el costado del conductor. Cerró la puerta y encendió el motor. Avanzó unos veinticinco metros, dio una media vuelta, y se fue acelerando en sentido contrario. (1)Se refería a la vaca.

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